23.11.09

La guardería


"La guardería no puede criar saludablemente a un bebé"

"Soy lo bastante mayor para acumular experiencia y lo bastante joven para seguir aprendiendo. Soy de Barcelona. Soy médica, psiquiatra y psicoanalista. Estoy casada y tengo tres hijos y seis nietos. ¿Política? Favorable a los más necesitados. ¿Dios? Eso son cuestiones privadas

¿Qué tiene de malo una guardería?

Es algo que necesitan los padres..., pero no es lo que necesita un bebé

. ¿Y qué necesita un bebé?

La cercanía cálida, constante y segura de sus amorosos padres.

Pero si los padres no pueden...

Dejan a sus bebés cada vez más tempranamente en guarderías, sin calibrar las consecuencias...

¿A qué edad entran los bebés en guarderías?

¡Con cuatro meses! Algo impensable hace 40 años...

¿Y qué consecuencias tiene esto?

Mala crianza. Asumimos como normal que nuestros bebés enfermen, ¡y no lo es!

¿Enferman por culpa de la guardería?

Multiplica las posibilidades de enfermar: el bebé está más expuesto a gérmenes... y, sobre todo, más propenso a toda afección.

¿La guardería acentúa la propensión a enfermar del bebé?

Sí. El propio hogar, los brazos de mamá y papá, un círculo reducido de personas... ¡eso es lo que fortalece emocional, cognitiva y físicamente al bebé! La guardería, en cambio, puede comprometer su desarrollo.

¿Tanto como eso?

El ingreso en la guardería lo hace retroceder temporalmente en competencias que está adquiriendo, como hablar, caminar...

¿Por qué?

Un entorno estable proporciona seguridad al bebé, seguridad que lo anima a explorar: así madura bien. Alterar su entorno le resta seguridad, lo que frena su desarrollo.

¿No está dramatizando, doctora?

Lo confirman los últimos hallazgos en neurociencias y psicología evolutiva.

¿Me los resume?

De los cero a los dos años, cuando más plástico es el cerebro, las neuronas del bebé se desarrollan según la calidad de los estímulos que recibe por interacción con las personas centrales de su mundo: abrazos, achuchones, caricias, risas, balanceos, movimientos, sonidos, voces, cantos, palabras, mimos, cariños, músicas, olores, colores, sabores...

¿Y besos?

Y besos. Todo eso sofistica y enriquece su sistema neural y nervioso, el sistema desde el que establece su relación emocional y cognitiva con el mundo y consigo mismo.

¿La guardería no da esos estímulos?

Imposible en grado óptimo, improbable en el necesario, difícilmente con la intensidad y calidad de unos papás atentos y amorosos.

Ya no existen a tiempo completo.

Y quizá por eso llegan cada día a las consultas más psicopatologías en niños cada vez menores... ¡España es ahora el tercer país que más psicofármacos receta a menores! Cortamos síntomas sin analizar causas.

También padecemos en España un elevado fracaso escolar.

Tampoco analizamos causas, preferimos castigar o etiquetar: "trastorno por déficit de atención e hiperactividad", y medicar.

Ir pronto a la guardería ¿no garantiza una mejor escolaridad ulterior?

No. Hay que escolarizar al niño justo cuando empieza a quedársele pequeño su hogar.

¿Y a qué edad sucede eso?

No antes de los tres años.

¿Tan tarde?

En Finlandia los padres no están obligados a escolarizar a sus hijos ¡hasta los siete años! Y Finlandia es el país con menos fracaso escolar de Europa, vea el informe PISA.

Seguro que concurren otros factores...

El principal es que el Estado sufraga durante el primer año a los padres. Y luego permite horarios laborales intensivos o reducidos. Así, ¡los padres pueden criar a sus hijos! Y un niño bien criado en casa llegará a la escuela muy estimulado, con ganas de descubrir. Y aprenderá más y mejor.

O sea, que deberíamos mimar al bebé.

Atender sus necesidades de hambre, sueño y - sobre todo-cariño. No es sobreprotegerlo, ¡es protegerlo de lo que vendrá! Porque el niño así criado gozará de estabilidad emocional, autoestima y coherencia: estará bien preparado para los reveses que vendrán.

¿Y no será así si se ha criado con mucha guardería o en un orfanato?

La pobreza de estímulos empobrece su desarrollo: serán niños poco orientados, intemperantes y más agresivos, más vulnerables a la frustración, más depresivos...

Diga algo bueno de las guarderías.

Muchas tienen excelentes cuidadoras, pero repartirse entre tantos niños imposibilita la calidad de la atención personalizada.

Mejor una guardería que algún hogar.

Ante un hogar con abandono, conflicto permanente y agresividad crónica, ¡mejor una guardería, sí! La guardería es útil en ciertos casos y momentos, pero no es la opción principal para criar saludablemente a un bebé.

Envíe un mensaje a los padres.

Uno de la doctora Julia Corominas: "Dedicar tiempo a los hijos de pequeños os ahorrará mucho tiempo cuando sean mayores". Ahorro en salud física, mental y emocional.

¿Qué haría si mandase en España?

En vez del populismo político de inaugurar guarderías, subvencionaría a los padres para que dedicasen tiempo a criar a sus hijos hasta los tres años: ¡eso sí sería progresista!

En algo sí habremos progresado en los últimos 40 años..

Sí: en conocimiento. Sabemos cómo optimizar el desarrollo de los niños. ¿Por qué no lo aplicamos? ¿Queremos su felicidad futura? "


Eulàlia Torras de Beà, psicoanalista y psiquiatra infantil


Texto extraído de http://www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html

20.11.09

Convención sobre los Derechos del Niño


Se celebran hoy 20 años de la Convención sobre los Derechos del Niño y en A través de la Infancia queremos dedicar este día a todos los niños y niñas que hoy han visto vulnerados sus derechos más fundamentales. Con la ilusión de que alguien sea capaz de defenderles la próxima vez.

Todos los niños y niñas deben tener los mismos derechos sin distinción de sexo, color, religión o condición económica.

Los niños y niñas deben disponer de todos los medios necesarios para crecer física, mental y espiritualmente, en condiciones de libertad y dignidad.

Los niños y niñas tienen derecho a un nombre y una nacionalidad desde el momento de su nacimiento.

Los niños y niñas y sus madres tienen derecho a disfrutar de una buena alimentación, de una vivienda digna y de una atención sanitaria especial.

Los niños y niñas con enfermedades físicas y psíquicas deben recibir atención especial y la educación adecuada a sus condiciones.

Los niños y niñas han de recibir el amor y la comprensión de sus padres y crecer bajo su responsabilidad. La sociedad debe preocuparse de los niños y niñas sin familia.

Los niños y niñas tienen derecho a la educación, a la cultura y al juego.

Los niños y niñas deben ser los primeros en recibir protección en caso de peligro o accidente.

Los niños y las niñas deben estar protegidos contra cualquier forma de explotación y abandono que perjudique su salud y educación.

Los niños y niñas han de ser educados en un espíritu de comprensión, paz y amistad y han de estar protegidos contra el racismo y la intolerancia

Nuestro pequeño mundo

El País Semanal del pasado 15 de Noviembre está dedicado a la infancia. "Nuestro Pequeño Mundo" se titula este magistral compendio de reportajes entre los cuales se encuentra "Canguros para bebés de un kilo". En este reportaje se ilustra cómo el método canguro salva vidas en África y resulta una forma sana y segura de cuidar a los bebés.

Llega Fatou con un ratoncito sobre su pecho. Y luego Ndiye, de 23 años, con otro pequeñín, piel contra piel. Y después Aïssatou, guapísima, con un resplandeciente vestido rojo estampado con grandes flores, llevando a una criatura de diminutas manitas. Y finalmente, Nogaye, con otro minúsculo bebé entre su pecho y su colorista ropa de color azul eléctrico. Van pasando por el hospital municipal Abass Ndao y por el centro de salud Rey Balduino, ambos en Dakar, la populosa, desbaratada, pero seductora capital de Senegal.
Son todas madres con bebés prematuros. La niñita de Fatou se llama Mariétou, tiene 10 días y pesa sólo 1,100 kilos. La de Ndiye se llama Marie Gueye, tiene 15 días y pesa 1,400 kilos. Aïssatou Ndiaye tiene 24 años y tres hijos; la última, Mbéne, es una pequeñina de un mes y cuatro días y pesa 1,350 kilos. La hijita de Nogaye Gukou se llama Penda, tiene un mes y 17 días y pesa solamente 1,150 kilos; la mamá ha cumplido 17 años.

Todas han pasado por la consulta del profesor Ousmane Ndiaye, jefe del servicio de Pediatría del centro Abass Ndao, que decidió aplicar hace 11 años el método Canguro, importado de Colombia, donde comenzó a emplearse en los años setenta para sacar adelante a los bebés prematuros, ante la falta de medios e incubadoras en el país para atender a tanta mamá angustiada.

El método es muy sencillo, se basa en lo que ideó la naturaleza para los marsupiales: los recién nacidos completan su desarrollo fuera del útero, agarrados a las glándulas mamarias, protegidos del exterior en una bolsa; así, los minibebés humanos han de estar en contacto con el cuerpo de la madre o del padre, en el pecho, la zona más acogedora, las 24 horas del día y de la noche, hasta que ganen peso. Se aplica a criaturitas que nacen con menos de dos kilos; y se sigue el método Canguro hasta que alcancen los tres kilos.

El doctor explica que ese contacto permanente con un cuerpo transmite calor, seguridad, confianza al bebé; no se trata sólo de la temperatura, sino también de sentir tan íntimamente el latido del corazón y el ritmo de la respiración; tratamiento natural que se completa con la lactancia materna. "Los progenitores les dan calor, energía, afecto", explica el doctor, "y está comprobado que crecen más sanos, y psicológicamente más equilibrados... Y sin gasto alguno". "En el proyecto piloto que realizamos tras mi regreso de Colombia, de los 112 niños a los que aplicamos el método entre 1998 y 2005, sólo uno murió". Ousmane presentó el proyecto a Unicef, que ha decidido seguirlo, avalarlo y monitorizarlo desde el pasado enero. "Es pura naturaleza. Con unos resultados extraordinarios". De hecho, en países como España y Francia también se está extendiendo este sistema de incubadoras naturales. Naturaleza hasta cierto punto, porque, matiza Ousmane, "el programa incluye que la madre venga a consulta una vez a la semana; además, hacemos un seguimiento de la salud del niño hasta que cumpla cinco años".

Basta ver al rollizo Amadou, de dos años, que nació con sólo 900 gramos, para comprobar que el proyecto funciona. O al gordito Abdoul Aziz, que con cinco meses ya pesa 6,7 kilos, cuando nació con menos de dos.

Todas las madres acuden confiadas y muy arregladas a la consulta en el hospital. Conseguimos reunir a siete de ellas para las sesiones con Isabel Muñoz, que, hipnotizada con sus largos cuellos, enormes ojos, impecables vestidos, no duda en disparar miles de veces su cámara durante dos días.

Cuando le preguntamos a Nogaye, que se casó con sólo 16 años, cuántos hijos le gustaría tener, contesta sonriente: "No depende de mí. Los que Dios decida". ¿Es feliz, le falta algo? "Si encontrara un trabajo sería más feliz". ¿Su sueño? "Poder ayudar siempre a mis padres". ¿La persona a la que más admira? "Mi madre". ¿Qué mensaje enviaría desde El País Semanal a los niños del mundo? "Me gustaría que tuvieran una vida larga para que ayuden a sus padres cuando sean mayores".

Más información sobre el Método Canguro y el cuidado del neonato en www.quenoosseparen.info

El sistema educativo

Hoy... un poco de autocrítica.


"Genio se nace, a imbécil se llega"
¿Y en el medio que hay?
En el medio está el sistema educativo.

18.11.09

Nacer en casa


Esta es la historia de mi segundo parto. El relato del hombre que me acompañó con amor y me apoyó siempre. Un parto en casa, libre y respetado. Un parto que fue sólo MÍO.

"Tres llamadas perdidas en el móvil. No me entero, lo tengo en modo vibración. Pero, de forma instintiva lo vi, y comprobé que mi mujer me llamaba. Precisamente la esperaba, estaba depilándose. La llamo y de pronto todo cambió: “se me rompió la bolsa, ven a buscarme”. En mi cabeza empezaron a girar muchas imágenes, mi corazón se aceleró, me quedé un rato que no sabía bien qué hacer. Pero ella parecía tranquila… Fui a buscar el coche y me planté en cuestión de minutos en la peluquería. Ella temblaba, la vi vulnerable, con cara de que ya había llegado el momento.

Pregunté como un tonto, “¿y ahora qué hacemos?” “Esperar, no pasa nada. Hay países en los que puedes estar con la bolsa rota varios días. Si no empiezan las contracciones no estaré de parto.” Nosotros estábamos nerviosos, pero la peluquera no atinaba. Salimos, entramos en el coche y ya nos relajamos. No pasa nada, llegará Selina. Vivamos el proceso de forma tranquila. Llevamos mucho tiempo preparando esto. Mi mujer me da la seguridad de que lo tiene controlado; maneja mucha información, sabe muy bien qué hacer en cada momento. No sabíamos si iban a pasar muchas o pocas horas antes de ponernos de parto, así que, tranquilamente, nos fuimos a buscar a nuestra hija a la casa de los abuelos.

En cuanto los abuelos, más la abuela, se enteran que ha roto aguas casi nos llaman hasta una ambulancia. Resulta muy de película lo que la gente piensa que son los partos. Todo el mundo converge a la misma idea: “¡Al hospital! ¡Y además a toda leche!”

Por eso nos vamos los tres para casa, eran las 8 de la tarde. Las contracciones comienzan a llegar. “Churri, estamos de parto”, me dice serenamente. Sabemos que no tenemos esos dos días de espera incierta… pero calma. Llegamos a casa, mi mujer se fue a asear, llamó a la matrona y a nuestra amiga, experta en parto fisiológico, que nos daba mucha tranquilidad tenerla en casa. Aunque estuvo todo el rato casi no la vi…. Era invisible…

Bajamos todas las luces, la niña cenó, se cambió y su mamá le leyó un cuento, como todas las noches, y le cantó una canción, como todas las noches. Nuestra hija se durmió sin saber que al día siguiente todo sería muy distinto en su vida, en nuestras vidas. Pero así somos de frágiles los humanos, vivimos sin saber que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento; que nos puede cambiar todo de forma radical.

Pero dormir a la niña, llegar a casa, ponerse a hacer cosas, subir y bajar las escaleras, todas esas cosas pararon las contracciones. Llegó nuestra amiga, y nos trajo calma, paz, confianza, armonía. Las dos mujeres, amigas y cómplices. Mi mujer subió para nuestra habitación, sola, encendió una docena de velas esparcidas por la habitación que cuidadosamente habíamos ido recopilando durante el embarazo. Allí se relajó, se subió en la pelota de dilatación, se concentró en sí misma y en el bebé. Respiró, y al cabo de unos minutos, todo volvió a comenzar. A las 11 de la noche ya tenía contracciones cada 12-15 minutos, y estábamos de parto.

En esos momentos oí llegar a la matrona. Venía desde lejos. Sacamos todo su material de trabajo. Subió tranquilamente, siempre con mucho respeto, esperando al momento perfecto, escuchando, con mucha capacidad para empatizar. Observó que la mamá y el bebé estaban bien. Ya estábamos todos los que teníamos que estar esa noche: Nuestra hija de 3 años durmiendo plácidamente, una buena amiga preparando algo de cena, la matrona preparándose… Mi mujer y yo, en nuestra habitación, tranquilamente con una gran intimidad, creando un clima de paz y armonía como hacía mucho que no sentía. Iba a tener mi segunda niña y me encontraba relajado, tranquilo, con mi mujer en brazos, o dándole masajes o simplemente besándola. En ese momento sentí una gran admiración por ella, por todo lo que ha tenido que pasar hasta llegar este día. Por la fuerza de superar otro parto, cuando el primero fue muy duro, aterrador visto con retrospectiva.

En todo momento, veíamos que era un lujo estar en casa, en nuestro hogar, en nuestra cama, en plena libertad, perdidos de las luces, las enfermeras exigentes y del médico que, siempre, es el centro de atención. Nos reímos, hubo momentos de gracia. “Churri, estoy fenomenal, ¡para subir una montaña!” Y es que las contracciones eran diferentes al primer parto con oxitocina, dolían, porque es inevitable, pero parecía que se controlaban mucho mejor.

Cuando las contracciones se hicieron más intensas, bajamos al salón. Allí, y tengo fotos, mi mujer se puso al ordenador a enseñarle cosas a sus amigas. Y yo pensé, “esto es increíble, las 12 de la noche, con contracciones, y ahí están, en el ordenador”. Se me estaban cayendo los pocos mitos que me quedaban respecto al parto. Esto es algo natural, que hay que afrontar con tranquilidad, con las redes de seguridad necesarias, pero con la absoluta normalidad. Lo contrario: nervios, luces, acción y patas arriba con oxitocina… tiene que acabar mal, casi por definición.

Bebimos, cenamos algo, pero a medida que las contracciones eran más intensas y más cortas, mi mujer y yo nos fuimos uniendo más y ellas fueron desapareciendo. En todo momento estuve cómodo, íntimo, estaba conectado con mi mujer, no había nada más. Las luces apagadas, el silencio, la tranquilidad del hogar… En ese momento de intimad ella decide acabar la película que habíamos empezado la noche anterior, “Princesas”. Una película desgarradora, real, auténtica, emotiva, y ahí estábamos pasada la media noche con el final. Fue un momento muy intenso. Cada tres minutos, algo menos, poníamos la película en pausa, una contracción llegaba, la afrontábamos entre los dos, normalmente era de rodillas junto a una mesa pequeña del salón. Empezaban a ser duras, pero todo estaba controlado. Ella mostró siempre mucha fuerza para afrontar las contracciones, y se recuperaba enseguida, dábamos rápido al botón del play.

Una vez acabamos de ver la película, las contracciones ya eran más y más intensas. Y aún nos replegamos más, nos unimos ella y yo, conectamos más y más. Sorteamos cada contracción como un surfista sortea una ola, una a una, sin pensar en la siguiente. La clave era superar esas contracciones. Fue duro, la vi sudar, gritar, pero siempre con una gran fortaleza. Fue agotador porque fue un momento muy intenso que ha podido durar algo más de dos horas.

Poco a poco íbamos entrando en el momento del expulsivo, se pasaban las 3 de la mañana. Fueron 30 minutos duros, difíciles pero con un gran final feliz. Ella perdía la noción, a ratos pensaba que no podía, que se iba a partir, que era imposible. Pero pronto se sobreponía a la siguiente contracción. Gritaba desde lo más profundo, pero podía hacerlo porque estaba en su casa, con su gente y sabía que tenía la libertad de hacerlo, sin juicios absurdos.

Poco a poco buscó su postura. Nunca sabrás cómo vas a parir hasta que llegue el momento. En el sofá, de rodillas, la agarré de las manos, le puse paños fríos, superamos el expulsivo poco a poco. La matrona tranquila, con palabras de ánimo, diciendo que ya estaba aquí, que estaba todo bien, que lo hacía muy bien. Pero con voz tenue, en ningún momento nadie perdió los nervios ni la calma. Las protagonistas de esta película eran la mamá y el bebé, los demás estábamos para ayudar, para compartir.

La cabeza de mi hija ya se veía. Nuestra amiga, siempre ahí sin estar, se puso en mi lugar, tomó las manos de mi mujer. Yo fui al otro lado, a ser espectador privilegiado para ver nacer a mi niña. Fue algo que no puedo describir, por mucho que quiera hacerlo. Vi salir poco a poco a mi bebé; la matrona nos pedía calma, sin tirar, sin forzar, no quería desgarros importantes, no podemos apurarnos en el último momento. Y así fue como salió su cabeza, después el hombro y, de repente, ahí estaba mi niña fuera, increíble. Dios mío, yo parecía que había llegado de hacer footing, sudaba, estaba excitado y en cuestión de segundos la niña estaba en el pecho de su madre.

Lo que más me llamó la atención, lo que verdaderamente me ha hecho cambiar radicalmente mi visión del parto, es el estado de tranquilidad de la cría. Estaba completamente tranquila, lloró un poquito, echó el meconio, pero nada más llegar al pecho estaba ahí como si llevara meses. Fue un momento de conexión madre-hija también indescriptible. Corté el cordón cuando paró de latir. Todo a su momento. Fue una gran experiencia para mí. Todo lo duro que es el proceso se va diluyendo con la capacidad y autoestima que vas adquiriendo cuando ves que todo es posible; que tener un bebé es algo maravilloso y que es una experiencia única para las parejas; que robar y lastrar esa experiencia con protocolos absurdos debería ser un delito contra el derecho de la intimidad de personas sanas que libremente han decido tener un bebé. Tener acceso a una seguridad médica no debería implicar la pérdida de dignidad.

A las 3:35 nació Selina. La cara de mi mujer mostraba dolor, pero también seguridad, amor, y el sabor de una prueba superada. La placenta tardó un poco, pero no había prisa; es algo duro porque parece que es un segundo parto… y también duele, cuando piensas que todo ha acabado. Es como cuando llegas a la meta y te dicen que no, que estaba mal pintada y que son 100 metros más allá. Esos 100 metros son terribles…

Pero estábamos bien, mi hija en una mantita en los brazos de su mami, a veces de su papi. Maravilloso. Fuimos recogiendo todo y a las 6 de la mañana la casa estaba completamente en calma. Madre e hija en nuestra cama, dormitando, conectándose para toda su vida. En ese momento quedé solo. Emocionado, traté de digerir todo lo que había pasado, que fue mucho e intenso, pero maravilloso. No tenía sueño, desbordaba fuerza y entusiasmo por los cuatro costados.

Me duché y cerca de las 8am oí “¡papá!, ¡papito!”, era mi hija mayor. Me fui para su habitación, la abracé, le di muchos besos, como todas las mañanas. Pero ese día era distinto, especial. Le dije, “Mi amor, esta noche ha nacido tu hermana”. Y contestó, “¿a dónde?”. Le dije que en casa, en el salón, mientras ella dormía, y que ahora estaba con mamita en la cama. Se puso nerviosa, emocionada, y fuimos a la habitación, mamá estaba espléndida, Selina guapísima, y el encuentro fue realmente emotivo. Un día para recordar."

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