4.6.08

Superdotados invisibles

¿Educamos en la diversidad? Se presume de que en el actual sistema educativo se tiene en cuenta la diversidad. Aparecen palabras como: individualización, integración, adaptaciones curriculares… pero la realidad es que sólo somos capaces de mirar hacia “abajo”.
Y es que aceptamos integrar en el aula ordinaria a los alumnos con necesidades educativas especiales que antes estaban, sin excepción, en centros especiales; aceptamos reuniones, evaluaciones y seguimientos para estos niños; aceptamos clases de apoyo, adaptaciones y refuerzos para todo el que tenga dificultades de aprendizaje; aceptamos comprender, adaptar y esperar al que no llega al nivel esperado según su edad… Nos pasamos el curso esperando por los que aún no lo saben, mientras los que ya lo saben se aburren de esperar. Podemos quizá y con muy buena voluntad cubrir las necesidades de algún niño/a que esté un poco por encima de la media, dándole alguna actividad de refuerzo, pero si las capacidades de ese niño son muy altas… preferimos no mirar tan arriba no sea que nos mareemos.

Los problemas con que se encuentran los padres de niños superdotados son enormes. Tienen que luchar contra viento y marea para que se evalúen las capacidades reales del niño, para que se reconozcan sus necesidades especiales, para que se les den pautas educativas, para que la enseñanza se adapte a su hijo/a y no al revés. Me parece que necesitamos formación en “altas capacidades” porque nadie sabe qué hacer con estos niños, cómo detectarlos, cómo ayudarles y, lo que es más grave, muchos profesionales de la educación, ni siquiera quieren reconocer que sea posible que haya al menos un 2% de alumnos superdotados. Hay muy pocos centros donde se haya detectado, respetado y atendido correctamente a los alumnos de altas capacidades, poquísimos. Si echamos una mirada veremos que en la mayoría de los colegios no hay ningún alumno diagnosticado como tal, los niños superdotados no se ven, pero no porque no existan, sino porque no se quieren ver.
La tendencia general es la de pensar que, como ya lo saben, no necesitan ayuda. Por eso digo que sólo somos capaces de esperar y ayudar al que no sabe, los demás que se las arreglen solos. Es un sistema muy injusto. No confundamos la igualdad de resultados con la igualdad de oportunidades. Si damos a todos los niños las mismas oportunidades, brindamos a todos la misma cantidad de atención y de ayuda para superarse. Todos merecen llegar al máximo de sus posibilidades, tengan las capacidades que tengan, todos merecen ayuda para explotar su potencial. Porque no olvidemos, que tener altas capacidades no significa haber llegado a la meta yo sólo, significa que puedo llegar más lejos si me dicen por dónde debo correr.

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