25.5.08

La educación ¿es una meta o un camino?

Investigando un poco podemos observar el progresivo avance del homeschooling (educar en casa) que ya alcanza cerca del millar de familias en España. También se pueden ver numerosos movimientos de educación “alternativa” al sistema escolar tradicional. Estos movimientos, traducidos en pequeñas o grandes escuelas con modelos educativos distintos al habitual, se basan en principios como la democracia, la libertad del individuo, el respeto, la convivencia y la educación integral. Descubrir esta creciente demanda, el desacuerdo de muchas familias con el sistema educativo tradicional, me ha hecho preguntarme: ¿Cuáles son las carencias de nuestro sistema? ¿Qué buscan las familias? ¿Qué podemos hacer para mejorar la educación en nuestras escuelas públicas?

Las respuestas parecen fáciles: dar más libertad al niño/a para escoger su aprendizaje; ofrecer en lugar de obligar; motivar a través de actividades lúdicas, del contacto con objetos, de la naturaleza; favorecer mucho más el intercambio y la participación de las familias; suprimir los castigos y toda pedagogía conductista; implicar al alumno/a activamente en su proceso de aprendizaje; ser mucho más flexibles y respetuosos con los niños… Sin embargo nos encontramos con dos problemas. Por un lado, la dificultad para movilizar y actualizar el sistema que, como todo sistema establecido, tiende a la repetición de patrones y se aferra a la seguridad de lo conocido.

Por otro lado y, lo que más me ha sorprendido, son las reticencias de muchas familias a “sacrificar” los resultados académicos en pro de la felicidad y el respeto a sus hijos/as. Y es que mientras algunos padres plantean su inclinación hacia estos métodos educativos alternativos, otros se cuestionan si estos métodos ofrecen resultados óptimos que les aseguren una “buena” preparación para el instituto o la universidad. Comprendo esta preocupación de los padres por el rendimiento final. Puede parecer que la educación en casa o en escuelas alternativas no ofrece garantías seguras de buenos resultados en cuanto a adquisición de contenidos porque no siempre siguen el programa oficial. Sin embargo, si vamos al fondo de la cuestión y para ser sinceros, lo que verdaderamente ocurre es que en nuestra sociedad lo que se valora son los resultados y no el proceso, nos importa más llegar a la meta que disfrutar del camino. Somos felices cuando mostramos buenos resultados: un coche caro, ropa de marca, un chalet en buena zona… y no nos importa tanto el cómo. Si los resultados son buenos, ¿qué más da el cómo hemos llegado hasta ahí?

En realidad, eso es lo que nos han inculcado, porque en nuestra infancia escolar la felicidad sólo duraba un instante: cuando podíamos lucir un hermoso y caro sobresaliente en las notas, y todo el mundo nos sonreía y nos miraba con aprobación y orgullo. Ése era el verdadero sentido de la educación, la meta final, obtener buenos resultados. Poco importa entonces el camino: si hemos disfrutado del aprendizaje, si nos hemos sentido realizados con cada actividad, si hemos sido libres y se han respetado nuestras preferencias personales, si cada día en la escuela era un motivo de felicidad donde aprendíamos a ser nosotros mismos… Todo eso se puede sacrificar si podemos lograr algo que mostrar a los demás. ¿Vivir para el resultado o disfrutar del camino? ¿Acumular conocimientos o aprender a ser uno mismo? En mi opinión, el niño/a que ha aprendido a respetarse a si mismo, que ha encontrado su verdadera identidad y disfruta de cada cosa que hace, aprenderá más y mejor y estará preparado para vivir de una forma más sana que la actual. Habrá aprendido cosas tan valiosas como: trabajar en lo que le gusta, disfrutar de la naturaleza y de actividades de ocio, tomarse la vida con calma, vivir cada instante sin importarle lo que obtendrá a cambio… Encontrará la verdadera felicidad y no necesitará sonrisas de aprobación.

Quiero animar a todos los profesionales de la educación a fomentar estos valores por encima de los resultados, a luchar para que el sistema educativo actual, al que acude la mayoría de la infancia, renueve sus modelos educativos. Y a todos los padres, a perseguir estos objetivos para sus hijos, buscarlos en su escuela, involucrarse, participar y pedir a sus hijos/as que disfruten aprendiendo.

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